Los retos de los tiempos actuales traen consigo una dosis necesaria de innovación que nos estimula a mirar constantemente nuestra realidad bajo una óptica de cambios vertiginosos, para lograr evolucionar al ritmo eficiente que el entorno demanda.
Un entorno que se ha visto impactado de manera contundente por una impronta digital que ha permeado sin distingo los diferentes ámbitos -social, cultural, empresarial y ¿por qué no? personal- y que nos ha llevado a asumir formas diferentes de hacer las cosas.
Inmersos en este vórtice de metamorfosis constante que bien predecía Marshall McLuhan para nuestra “aldea global”, donde la tecnología parece no querer soltar la batuta, se torna imperativo -especialmente desde la óptica corporativa- tratar de entender las actitudes y aptitudes que moldean al nuevo líder de la era digital, para acompañar el transitar de las organizaciones en medio de la incertidumbre sobre lo próximo que vendrá.
Me adapto, luego existo
De forma natural, el líder se ha caracterizado por ser esa persona visionaria, capaz de ajustarse a las exigencias de un entorno para acompañar y dirigir grupos hacia buen puerto. Hoy, dando un paso más allá, el líder digital se forja como aquella persona capaz de integrar las habilidades del liderazgo tradicional junto con el entendimiento y aplicación de un vasto número de herramientas que la evolución de la tecnología trae consigo.
La transformación digital ha dado pie a nuevos modelos de negocios, donde el uso intensivo de la información, el análisis de data y la inteligencia contextual están creando las grandes diferencias en términos competitivos. Ello demanda en el líder una formación estratégica que le permita anticipar tendencias, deslizándose en un tobogán de aprendizaje continuo capaz de dotarlo de nuevas capacidades para desempeñarse exitosamente en los ecosistemas virtuales.
En medio de esta constante adaptación, la flexibilidad cobra un papel fundamental, no solo para afrontar las novedades propias del mercado, sino para motivar a los equipos a que se monten en esa misma ola de actualizaciones, aun cuando ello signifique salir de la zona de confort.
Es por esto que la gestión del cambio destaca como otra de las cualidades de mayor valor en la actualidad cuando hablamos de competencias corporativas. En un escenario altamente tecnológico como el de nuestros días, sobresalen aquellos liderazgos que son capaces de actuar rápidamente y que tienen la habilidad de afrontar situaciones inesperadas con gran velocidad de reacción, identificando experiencias pasadas para aplicarlas oportunamente en pro de la realidad presente, haciendo uso del bien llamado expertise. Con ello, se logra la optimización de tiempo y de recursos, lo cual -coincidirán conmigo- se convierte en el santo grial de toda organización.
Podemos, pues, definir al líder actual como un perfil en constante evolución, personal y profesional, donde la creatividad juega un papel importante para la reinvención y definición de hábitos eficientes que multipliquen sus resultados y los de su equipo.
Y es que ¿es posible acaso la existencia de un líder sin equipo? La adecuada gestión humana de su grupo de aliados es uno de los aspectos más valorados dentro de la nueva gerencia y, sin duda, uno de los aspectos más complejos a los que se debe enfrentar.
Autenticidad y empatía
El viejo rol del “jefe” capaz de dar directrices y pedir resultados, queda desdibujado frente a este nuevo personaje cercano, empático, que estimula y que empodera… que inspira para lograr los objetivos deseados. Porque, aún en la era digital ¡no todo gira en torno a la tecnología!
El nuevo liderazgo es, pues, humano. Lo define un líder accesible y preocupado por su equipo, un profesional auténtico que no solo domina la gerencia técnica, sino que da verdadera importancia a su gente. Se trata de liderar con amabilidad, concepto impulsado constantemente por Jacinda Ardern -recién dimitida primera ministra de Nueva Zelanda- para quien los líderes pueden ser empáticos y fuertes a la vez.
Este líder actual sabe enfocarse en una estructura organizativa que apuesta por la autonomía y refuerza la responsabilidad, promoviendo el desarrollo de competencias personales, más allá de las meramente profesionales. Su éxito radica en la capacidad de organizar equipos menos jerárquicos, con mayor libertad de iniciativas y que puedan priorizar sus tareas diarias con independencia, pero basados en el compromiso y en un modelo colaborativo que les permita avanzar alineados bajo una misma visión.
Logrará así amalgamar una cultura corporativa centrada en la conexión de los equipos, con un gran sentido de pertenencia y apostando por fuertes nexos más allá de lo que la presencialidad estimulaba tiempo atrás. Debemos tener presente que las paredes que cohesionaban a los grupos de trabajo han desparecido ya en muchos casos, siendo la virtualidad su nueva modalidad.
El valor de la comunicación
Ante esta realidad, el líder debe ahora ser omnipresente, hacerse sentir con más fuerza más allá de cualquier limitación de tiempo y espacio, y para ello cuenta con uno de sus más grandes aliados: una asertiva comunicación.
El desarrollo de habilidades comunicativas ha sido siempre un elemento clave para el fortalecimiento de todo liderazgo y, hoy, lo es mucho más. Una comunicación efectiva entre el líder y los miembros de su equipo es garante de grandes resultados. El foco ya no es tanto el canal por el cual transmitir su mensaje; la era digital pone a su alcance una multiplicidad de opciones para elegir. La importancia radica ahora más en el qué, en ese mensaje claro, directo, coherente y en su esencia estratégica para proporcionar dirección.
La nueva era nos ha dotado de una interesante condición de atemporalidad y ubicuidad que el buen liderazgo debe saber manejar. Redes sociales, apps, webs, sistemas operativos en constante actualización, inteligencia artificial, y otros. Lo digital comenzó a sustituir progresivamente las estructuras análogas de comunicación con sus limitaciones y, como resultado, los aciertos y los errores cobran ahora otra dimensión, en inmediatez, alcance y visibilidad. Se requiere, pues, de gran preparación para mitigar riesgos y manejarlos de manera oportuna.
De allí que no se trate únicamente del manejo de una adecuada comunicación empresarial. Es ahora el valor de la comunicación personal y lo que el líder sabe transmitir con su propia marca personal lo que, en muchas ocasiones, impone la diferencia.
Consciente de ello, da importancia hoy más que nunca al cuidado de su reputación y de su imagen, se preocupa por el impacto y alcance de sus mensajes y orienta esfuerzos en posicionarse como referente en una sociedad que, sin duda, necesita de buenos referentes.
En conclusión….
Ante un camino lleno de incertidumbres y cambios constantes, nos queda la certeza de que, en la era digital, el liderazgo mira más allá de la tecnología para enfocarse también en lo humano.
Superando los límites de una oficina o una pantalla, los equipos aprecian la buena gestión de los líderes cercanos, aquellos que motivan, inspiran y comprometen para construir organizaciones con capacidad de reacción ante entornos competitivos y complejos. Este nuevo movimiento requiere de líderes capaces de demostrar habilidades blandas complementarias que se integren a lo intelectual, repensando y reformulando la forma tradicional de manejar el mundo empresarial.
Sigamos trabajando juntos por fomentar la amabilidad de la nueva era y potenciar nuestras cualidades de líder que, con integridad y profesionalismo, nos permitirán aumentar la productividad de nuestras empresas y la felicidad de nuestra gente, impulsando así una mejor cultura corporativa.
